El éter es un disolvente orgánico extremadamente inflamable, y muy volátil. Es un líquido incoloro de olor desagradable y picante, de esos olores pestosos que se te quedan metidos en la nariz y tiempo después de estar expuesto a él sientes que sigues oliéndolo. Cuando abres la botella de éter, además, por su volatilidad, salen despedidos vapores de un color incoloro (es como el aire borroso que rodea a las llamas del fuego), que le dan como un aire tétrico, porque como es más denso que el aire, cuando llega a la altura del tapón de la botella cae para los lados, le ocurre como al hielo seco que sublima a temperatura ambiente.
El éter tiene una tensión superficial y un punto de ebullición muy bajos (ebulle a 34 ºC y funde a -115ºC a presión atmosférica), es muy fácil eliminarlo con un calentamiento suave o por succión en una trompa de vacío. Aparte de ser inflamable, puede ser explosivo si se expone a la luz (sobre todo a la ultravioleta), porque ésta lo degrada lentamente formando peróxidos, los cuales, si se acumulan, y más estando inmersos en el seno de un líquido extremadamente inflamable